Marcos y yo, somos un un hermoso matrimonio; y todos los años, para el Día de los Enamorados, organizamos algo especial; además de, hacernos regalos; pero, en esta oportunidad fue muy especial.
Sería nuestra primera salida, después de un año de cuarentena; la cual, por suerte, nosotros la pasamos a puro sexo, confesándonos fantasías; algunas de las cuales, haremos realidad cuando vuelva la normalidad.
Unos días antes, Marcos me invitaba:
Marcos: ¿Te parece que salgamos a cenar afuera para San Valentín?
Liliana: Sería genial, estuvimos encerrados más de un año ¿dónde?
Marcos: Hay un lugar que lo acondicionaron, para cenar y brindan un show de jazz clásico.
Liliana: ¡Me encanta la idea!
Marcos: Y luego, podríamos terminar la noche en un hotel para parejas.
Liliana: ¿Pero están habilitados?
Marcos: Sí, consiguieron la apertura, la semana pasada.
Liliana: ¡Genial!
Marcos: ¿Hace falta que te diga cómo lucir?
Liliana: Para nada, compraré lencería. Sé lo que te gusta.
Marcos: Algo más…
Liliana: ¿Qué?
Marcos: Llevaremos a Flamingo a pasear.
Liliana: ¡Oh! Ja ja ja. Cierto que estaba prometido.
Flamingo es un vibrador, similar al Lush, que tiene la forma de un huevo rosado, con una colita de ratón, que es la antena; ya que, se comanda por Bluetooth, desde la aplicación en teléfono móvil. Lo compramos en plena pandemia, como juguete; y, nos habíamos prometido, usarlo en la vía pública.
Acordada nuestra noche, me puse en campaña. Buscando por Internet, encontré en una lencería local, un conjunto que me flasheó; así que, lo compré inmediatamente, con la esperanza que la talla fuera la correcta. Es complicado este tipo de compras; ya que, tengo senos grandes y piernas largas, que a veces me complica.
Por suerte, al otro día, llegó mi pedido, inmediatamente me lo probé y resultó un conjunto soñado.
Llegó el día indicado, y al caer el sol, empezamos con los preparativos; obviamente, a mí me llevaba más tiempo.
Luego de tomar una ducha, me coloqué el catsuit negro, con transparencia y portaligas que había comprado, me calcé las medias y seleccioné una tanga de encaje, para completar la ropa interior. Encima, me deslicé un vestido corto de pana, color azul oscuro, que me quedaba pegado al cuerpo; el cual, aún puedo lucir con dignidad. Me subí a mis tacos, y comencé con el maquillaje. Sobre los ojos un smokey eye; y en los labios, un rojo carmesí.
Cerca de las nueve de la noche estaba lista; pero, Marcos me recordó:
Marcos: ¡Guau! Estás para el infarto; pero…
Liliana: Pero ¿qué?
Marcos: Según mi teléfono, te olvidaste del Flamingo.
Liliana: ¡Uy! Tienes razón.
Salí casi corriendo hacia el baño, manoteando de pasada el vibrador. En la intimidad, tomé lubricante y realicé varios intentos; ya que, en frío no es fácil. Cuando se alojó en la cavidad de mi vagina, practiqué varios movimientos, para asegurarme de que no se me saliera.
Al salir del baño, Marcos exclama con su móvil en mano:
Marcos: 1, 2, 3 probando.
Sentí inmediatamente, unas pulsaciones en mi interior.
Liliana: Por favor, con discreción, que no estoy para papelones.
Marcos: Por supuesto.
Entonces, pedimos un taxi; ya que, seguramente beberíamos bastante alcohol y no sería bueno que, alguno de nosotros condujera en esas condiciones. Cuando el auto llegó, al observar al chofer, tuve que regresar por nuestros tapabocas.
A las pocas cuadras, comencé a sentir un palpitar en mi intimidad; por lo que, le indiqué a Marcos en el oído:
Liliana: Aquí ¡No!
Marcos: Ok. Perdón, estoy ansioso.
Cuando llegamos, descubrimos como había sido modificado un viejo teatro local. Nos recibieron con el protocolo correspondiente, tomándonos la temperatura y rociándonos las manos, con alcohol. Una persona nos condujo a nuestra mesa.
Marcos: ¿Te acuerdas? Sacaron todas las viejas butacas de cuero.
Liliana: Es verdad. Está totalmente cambiado.
Era extraño caminar sobre el plano inclinado del teatro y observar que, ahora había mesas como en un restaurante. El primer sector, era dominado por una barra, en donde la atendían tres bartenders. Nuestra mesa quedaba cerca del escenario, sobre un lateral. Casi todos estábamos siendo ubicados por turnos, manteniendo la distancia; y, como fuimos unos de los primeros; ya que, arribamos a las 21 horas en punto, pudimos observar a las demás parejas que ingresaban, si bien la iluminación era tenue.
Nuestra mesa estaba arreglada con un mantel largo, de color borravino; entonces, nadie se enteraría de nuestras travesuras por debajo de la mesa. Sobre el tapete, un pequeño velador de luz amarillenta difusa; pero, permitía ver la vajilla.
Se nos acercó alguien a tomarnos el pedido de vino; y, al rato, se oscureció el ambiente, quedando la débil iluminación sobre la mesa. Se encendió un reflector sobre el escenario; en donde, un presentador invitaba a la banda de jazz a tomar sus lugares.
Cuando comenzó la música, volví a sentir las palpitaciones en mi intimidad; pero, en esta oportunidad, sólo le sonreí a Marcos.
Al acercarse el mozo con nuestros platos, las vibraciones cesaron. Brindamos, nos besamos amorosamente, y comenzamos a cenar, disfrutando la música jazzera romántica.
Culminando los últimos bocados, Flamingo había hecho que se humedeciera mi entre piernas. Mientras tanto, hacía un rato que yo, tenía apoyada mi mano sobre el bulto de mi marido; cuyo género del pantalón, también tenía una humedad incipiente.
Al culminar su plato Marcos, se dedicó a tratar de meter una mano por debajo de la falda del vestido; pero, al ser ceñido, gran parte del tiempo se tuvo que conformar con acariciarme los muslos.
A esta altura de la noche, ya estábamos para retirarnos; pero, aún faltaba más de la mitad del espectáculo y el postre; por lo que, decidí desabrocharle la bragueta. Cuando lo logré, metí la mano y sentí como su miembro palpitaba; así que, lo liberé de su encierro y comencé a masturbarlo suavemente.
Mientras tanto, Marcos lograba verificar mi humedad.
Observé a mi alrededor, para determinar si mi próxima acción podía ser descubierta; y si bien, corría cierto riesgo, me atreví a agacharme y darle un par de lamidas, disimulando recoger la servilleta caída. No podía mamarla como quería; pero, esa acción la repetí en tres oportunidades; hasta que tuve que usar la servilleta para recibir el chorro de semen.
Con este rigor, transcurrió nuestra cena show, con la ansiedad de retirarnos al hotel.
Liliana: ¿Reservaste habitación?
Marcos: Por supuesto.
Liliana: Me imagino que la gente debe estar haciendo cola, después de un año sin telo.
Marcos: ¿Ya quieres retirarte?
Liliana: Por favor, Flamingo ya me hizo acabar dos veces, debo sacármelo ya.
Marcos: Bueno, vamos; pero, no te lo saques por favor.
Liliana: Ok, pero vámonos, necesito mi pedazo de verdad.
El Hotel estaba cerca; un taxi nos trasladó de mala gana, porque se trataban de unas pocas cuadras.
Al entrar, nos atendió una voz, que parecía de ultra tumba; ya que, en el pequeño lobby, sólo había un vidrio polarizado, con una persona detrás supuestamente.
Marcos: tenemos una reserva.
Conserje: Perfecto. Jale el cajoncito y retire su tarjeta magnética.
Marcos: Quisiera unas copas y champagne.
Conserje: Por protocolo no tenemos servicio en la habitación; pero, ya se lo alcanzo.
En ese instante, entra otra pareja, que la hacen esperar a unos metros de distancia.
Marcos: Gracias. Lili, adelántate, que yo espero.
Liliana: Ok. ¿En qué piso es?
Marcos: En el segundo.
Así que, me encaminé hacia el ascensor. Cuando llegué al segundo piso, busqué la letra que indicaba la tarjeta; por suerte, no había muchas habitaciones por piso. Cuando la ubiqué, abrí e ingresé. El interior estaba iluminado de azul, y en el centro, dominaba una cama redonda grande. Decidí no investigar más; con lo que veía, ya estaba sumamente excitada; así que, me senté en el borde de la cama, a esperar a Marcos.
De repente, volví a sentir las palpitaciones en la vagina, señal que mi esposo andaba cerca.
La puerta se abrió sigilosamente; pero, con la poca luz reinante y la más alta estatura del hombre que ingresaba, dudé:
Liliana: ¿Marcos?
No responde, y eso me puso nerviosa, viendo como cerraba la puerta detrás. Comenzó a acercarse y yo me puse de pie.
Liliana: Marcos ¿sos vos?
Cuando se acercó lo suficiente, lo reconocí.
Liliana: ¡Sergio! ¿Qué haces aquí?
Sergio: Tranquila. Vengo a cumplirles una fantasía.
Liliana: ¡Por Dios! Esto debe ser un mal entendido ¿Dónde está Marcos?
Sergio: Tranquila. Marcos está al teléfono, está escuchando todo.
En ese instante, el vibrador adopta un ritmo insostenible a esa altura.
Liliana: ¡Esto es una locura! Dame con él.
Sergio: Tranquila. Marcos me contó que su fantasía era verte hacerlo con otro hombre ¿es verdad?
Liliana: Es verdad; pero, son temas de nuestra intimidad. ¡Pásame con Marcos!
Sergio: Tranquila. Marcos me contó que tu fantasía es estar con dos hombres, y que en una oportunidad me nombraste ¿es verdad?
Liliana: ¡Eso no te lo contestaré!
Tuve que cerrar las piernas, porque las palpitaciones me estaban provocando en espasmo. Él se acercó más, y me acarició el cabello. Tuve que sentarme, para no hacer más el ridículo; la situación ya era lo suficientemente incómoda. Ahí estaba yo, en una disyuntiva que pareció una eternidad. Por un lado, la excitación me empujaba al abismo, a mi propio averno; por otro lado, Marcos había sido mi único hombre y temía perderlo por una travesura. Entonces, Sergio me acercó el teléfono.
Marcos: Tranquila Lili, hagamos de esta noche, algo especial.
Liliana: No estaba lista para esto, mi amor.
Marcos: Déjate llevar por tu excitación. Déjate conducir por Sergio, recuerda lo que te conté de él.
Mientras tanto, Sergio seguía acariciándome el cabello con una mano; y, con la otra, me practica masajes de relajación sobre un hombro. No recordaba cómo había surgido el nombre de Sergio, en nuestra intimidad; pero, le devolví el teléfono; y, él, lo colocó sobre una especie de aparador; evidentemente, para que Marcos nos observara.
Yo estaba excitada por lo que el Flamingo venía haciendo en mi vagina; pero, la presencia cercana de Sergio, me paralizaba. Después de todo, era amigo de Marcos; y, en realidad, no lo conocía.
Al deshacerse del teléfono, Sergio usaba sus dos manos, para relajarme; hasta que, bajo a mis pechos por detrás. En ese instante, mis pezones se endurecieron y cerré mis ojos; creo que, en demostración de mi entrega.
Con una mano, él me corrió un bretel; y con su otra mano, ya semi agachado, acarició mi muslo. Al descubrir uno de mis pechos, jugó con el puntiagudo pezón y acercó su boca para succionarlo; mientras que, con su otra mano, iba ganando terreno hacia la entre piernas.
Con mis pechos al descubierto, y con la mano de Sergio, sosteniendo la antena del vibrador, me dijo:
Sergio: Creo que ya no necesitaremos de este juguete.
Yo seguía con mis ojos cerrados, sintiendo que él jalaba del vibrador, me encajó un profundo beso, que, al abrir mi boca, se transformó en mojado.
Al sentir que ya no tenía aquel huevo pulsante, tenía la necesidad de recibir un miembro.
Mientras me besaba, con una de sus manos, sentí que bajaba el cierre de mi vestido; y con la otra, me separaba las piernas. Luego, zambulló su cabeza en mi entre piernas, demostrando suma devoción por mi clítoris.
Allí estaba yo, con el vestido caído hasta la cintura, con la cabeza de un hombre entre las piernas; y, al abrir mis ojos, miré hacia el teléfono, que todo lo observaba.
Su lengua me arrancaba un orgasmo, que había quedado a mitad de camino; el cual, expresé con mis gemidos y apretando la dentadura. Tuvo desproporcionada dimensión, creo que por la situación.
Sergio se incorporó frente a mí, y mientras lo miraba a los ojos, él comenzó a desabrocharse el cinturón y el botón de su jean; luego, bajó el cierre de su bragueta y deslizó en conjunto, pantalón y bóxer, hasta los pies. En ese instante, recordé lo que Marcos me había contado de Sergio. Portaba un pedazo de tamaño más grande que la de Marcos; en todas las dimensiones; o sea, largo y grosor.
Me incorporó tomándome de las axilas; y automáticamente, mi vestido se deslizó hasta mis pies.
Sergio: ¡Qué hermosa mujer eres!
Liliana: Gracias
Mi agradecimiento, no se entendió, porque se mezcló con una garraspera; seguramente, producto de los nervios del momento.
Sergio: ¡Qué bien luces con esa lencería!
Él me hizo girar frente al teléfono, lo que me produjo mucha vergüenza. Luego de completar la vuelta, me hizo agachar con sus manos sobre mis hombros. Quedé arrodillada, con mi boca a unos centímetros de su erecto pene. Evidentemente, ahora él, esperaba que tomara la iniciativa; lo cual, hice de forma tímida. Acerqué mis labios a la punta de su glande, lo besé verificando que tenía el sabor un tanto salado; luego, abrí mi boca, para introducir su cabeza y saborear algo de su líquido preseminal, y calcular hasta donde podía; lo cual, no sería más allá de la mitad.
Luego de mamarlo, y sabiendo que era lo que precisamente, necesitaba en ese instante; puse más esmero, y recorrí toda su longitud con mi lengua, intercalando con introducciones en mi boca, hasta donde llegaba. No era posible ir más allá, porque me ahogaba. Al parecer, lo estaba haciendo bien, porque escuchaba sus gemidos; y ahora, con la confianza adquirida, me preocupaba que, se me viera bien a través de la camarita del teléfono.
Seguía sin entender muy bien, el morbo de Marcos; pero, en mí, crecía un cierto placer que él entendiera que, podía disfrutar de otra verga.
Sergio me detuvo, y me invitó a que nos acostáramos; así que, me incorporé y me deslicé a través de la cama redonda; detrás, me siguió él, hasta que me detuve y aprovechó a zambullirse en mi cola; volvió a besarme y lamerme mis agujeros inferiores; a la vez, tomó uno de mis pies y se lo apoyó en su miembro, diciéndome:
Sergio: Siempre tuve este fetiche contigo, que me masturbarías con tus pies enfundados en medias negras de liga.
Yo solo sonreí, y lo masajeé con mi pie.
Al rato, me tomó de las caderas, y me puso en una perfecta posición de cuatros patas, para acercarse y apoyarme la cabeza de su miembro, en la puerta de mi vagina. En ese instante, caí en la cuenta, de que otro hombre me iba penetrar, y no sería Marcos.
Mi vagina lo esperaba con ansias, y cuando comenzó a introducirlo suavemente, dado el tamaño, mi cavidad lo abrazaba en todo su contorno. Logró meterla hasta la mitad; la cual se sentía muy rica; podía sentir toda su forma. Fui yo, quien comenzó con los movimientos de ida y vuelta; era placentero sentir que llenaba todo el lugar; hasta que, de un empujón, me la metí toda adentro, arrancándome un profundo gemido; y a partir de allí, me convertiría en una cantante de ópera, estaba teniendo la mejor cogida de mi vida.
No paso mucho tiempo, en que él, me provocaba un prolongado orgasmo. A Sergio lo sentía controlado, con movimientos precisos y concentrado en mi placer; por lo que, supuse que sería una larga noche de sexo. En cambio, yo experimentaba el descontrol, ya deseaba que me cogiera en distintas posiciones.
Ahora, ambos empujábamos con fuerza, y sentía el peso de su cuerpo, porque había soltado mis caderas, para tomarme los pechos con sus dos manos.
No soporté por mucho tiempo su peso; por lo que, me desplomé quedando boca abajo; pero, él, ahora era el encargado de hacer todo el trabajo, haciéndolo con más fuerza. Ya no costaba nada, la zona estaba muy lubricada; inclusive, mi vagina era una flor perfecta; ya que, la sacaba por completo, y volvía a ensartarme sin dificultad.
Se podría clasificar a Sergio, como el amante perfecto; ya que, recurría a todo tipo de movimientos y piruetas con su verga, buscando constantemente mi placer. Tal es así, que después de un largo rato, me sorprende un placentero y largo orgasmo, al mismo tiempo que él; quien me llenó de leche abundante, señal de que hacía tiempo que venía acumulando. Al acabar, resopló e inmediatamente, se retiró de encima, para voltear y quedar de espaldas a mi lado. Yo quedé quieta en esa posición, boca abajo, disfrutando de la inundación de semen.
Soltamos una carcajada sin pensarlo, como tratándose de una travesura entre chicos; cuando de repente, se abrió la puerta, y pude distinguir con dificultad, que se trataba de Marcos.
Lo miré sonriente; pero, no pude evitar que mi cara se pusiera bordó, deseando que no me preguntara nada.
Por suerte, se acercó en silencio, sonriente también, para acariciarme el cabello.
Al tiempo que jugaba en mi cabeza, con su otra mano, se desabrochaba el pantalón, para liberar su erección. No hacía falta que me digiera nada, yo sabía que tenía que hacer; no había nadie en el planeta, que agradeciera tanto, mis mamadas; así que, desde donde estaba, me erguí un poco y me acerqué, ofreciéndole mi boca. Por su tamaño, podía desempeñarme mejor que con Sergio.
Al comienzo, lo masturbé con una mano, realizando giros, a la vez que, le chupaba el glande. Tenía bastante líquido preseminal. En ese instante, pensé si se estuvo auto satisfaciendo, mirando de donde estuviera; pero, no me animé a preguntar.
Mientras le practicaba el fellatio con esmero, como si fuera una muestra de agradecimiento, mi esposo terminaba de desnudarse, y me dice:
Marcos: Detente, quiero acabar en tu culito.
Entonces, yo me giré, apoyándome sobre mi lateral, y topándome con Sergio de frente, quien también se había colocado de costado.
Marcos se acostó detrás y tomó mi mano, llevándomela a su pija, como señal de que yo dirigiera la acción. La tomé y apoyé su cabeza en mi apretado ano, practicando entradas y salidas, en una zona totalmente inundada; ya que, parte del semen de Sergio, se había escurrido hacia mi raya.
Luego de varios intentos, mi esposo logró la independencia, para cogerme por allí. Mientras tanto, el vergón de Sergio, palpitaba sobre mi Monte de Venus. En ese instante, comprendí que estaba a punto de, cumplir con mi fantasía.
Tomé la herramienta de Sergio con una mano, y la dirigí a mi vulva; luego, él tomó la iniciativa.
Al comienzo, todo era desordenado, porque cada uno empujaba con fuerza, para proporcionarme placer. La sensación era tremenda; pero, me costaba concentrarme en mis orificios; por lo que, de forma silenciosa, con una mano en la nalga de Marcos, y la otra en la de Sergio, les clavé mis uñas, como señal de que se detuvieran; lo cual hicieron, al instante. De esa manera, pudimos ordenarnos y con mis movimientos pélvicos, podía enterrarme de lleno en la verga de Sergio; y, cuando me retiraba, sentir la placentera introducción de la pija de mi esposo.
Es difícil explicar ese placer; por un lado, deseaba estar así, por el resto de mi existencia; pero, por el otro, estaba ansiosa por sentir mis orgasmos y el llenado final, de mis dos machos.
Mis besos profundos y de lengua en sus bocas, trataba de repartirlos de la forma más democrática posible, dentro de las posibilidades, que me permitía ese placer obnubilante.
Por suerte, se prolongó y pude disfrutar de una catarata de acabadas, que sólo había imaginado en mi mente. Para luego, sentir las bocanadas de aire resopladas en mi nuca y en mi cara, acompañadas de chorros tibios, que se estrellaban en mis cavidades íntimas.
Estaba exhausta, tratando de atrapar todas esas sensaciones, como si pudiera guardarlas en una especie de arcón. Mi cuerpo estaba cubierto de una delgada capa de transpiración; mi vagina y mi culo palpitaban, como si tuvieran su propio corazón. Y lo más sorprendente, es que los dos penes seguían erectos y comenzaban a moverse nuevamente.
Mi cadera no podía moverse, evidenciando que lo había hecho con fuerza; por lo que, me quedé quieta, sintiendo como ellos me cogían suavemente. La sensación era como un bálsamo; el placer que me dispensaban estos dos hombres, provocaba un eterno orgasmo en mí, que solo podían enterarse ellos, por mi suave gemido permanente.
Las dos instancias del trío, eran bien diferentes; la primera, dominada por una pasión diabólica; pero ahora, se asemejaba a una caricia interna.
Perdí la noción del tiempo y la sensación de fatiga, porque estaba inmersa en un mar de placer, hasta que eyacularon; esta vez, mucha menos cantidad; pero, de igual tibieza que en la anterior ocasión.
Los tres yacimos boca arriba; pero, abrazados amorosamente. No sé si en algún momento, nos ganó el sueño; pero, nos despabiló Sergio, que se había levantado a servir, tres copas de champagne.
Brindamos e hicimos fondo blanco; era tanta la sed, que él tuvo que servir por una segunda vez.
Ambos me observaban; sus miradas estaban centradas en los derrames de semen, que surgían de mi vagina y de mi ano.
Marcos: Te llenamos ¿verdad?
Liliana: Cierto.
Marcos: Pero…
Liliana: Pero. ¿Qué?
Marcos: No te llenamos la boquita.
Liliana: ¡Eres incurable! ¿te parece poco lo que hicimos?
Sergio: ¡Uy! ¡Sería fantástico!
El primer resplandor entraba por las rendijas de la persiana, señal que habían pasado al menos, cuatro horas. Mis agujeros inferiores no podían seguir recibiendo nada; además, la zona tenía una sensibilidad insuperable.
Liliana: Muy bien, acuéstense juntos. ¡Se merecen un premio!
Ni bien se acomodaron boca arriba en la cama, les tomé las vergas semi erectas, una en cada mano y comencé a masturbarlos suavemente. Cuando conseguí ambas durezas, comencé de forma alternada, a mamarlas, con acciones acordes al tamaño de cada uno.
A los veinte minutos, Marcos me pidió la boca, porque su acabada era eminente. No fue mucho volumen; por lo que, no se me dificultó tragarla.
Cuando terminé de limpiársela, me concentré en Sergio, quien tenía más resistencia; mientras tanto, Marcos pretendía meterme un dedo en la vagina.
Liliana: ¡No Marcos!, por favor, está muy sensible.
Entonces, él cambió a jugar con mis pezones y pechos.
Ahora, que ya había perdido la timidez y los nervios, observé con detalles la verga de Sergio, que tan bien me había cogido. Su glande era grande; pero, con una forma, algo puntiaguda; lo cual, por su tamaño, le facilitaba la penetración. Su tronco era de temer, venoso y carnoso, bien recto; el cual, podía tomarlo con mis dos manos. Lo recorrí con mi lengua, como sacándole una fotocopia que archivaría en mi mente. Pero, sólo podía chupárselo, hasta la mitad de su largo.
En un instante, me tomó de la cabeza, como asegurándose que no lo abandonara; y, dejó estrellar su líquido contra mi campanilla. Al tragarlo y limpiarlo, me besó en la frente.
Sergio: ¡Eres una reina!
Sin que dijéramos nada, Sergio se vistió, se despidió y abandonó la habitación.
Con Marcos quedamos sentados en la cama.
Marcos: ¿Te gustó mi sorpresa de San Valentín?
Liliana: Sí, ¡mucho! Aunque la sorpresa, casi me mata del susto.
Marcos: Ahora, a pensar en nuestra próxima fantasía, en otra aventura. Aunque, podríamos repetir el trío con Sergio ¿verdad?
Liliana: No recuerdo cual era nuestra próxima fantasía.
Marcos: Yo tampoco la recuerdo ahora; pero, ya surgirá. ¿Y con Sergio?
Liliana: ¿Qué hay con él?
Marcos: Vamos, sé que te cogió muy bien. ¿quieres permiso para que te lleve a la cama nuevamente?
Liliana: ¡Basta Marcos! No me hagas decir cosas; disfrutemos lo vivido hoy, mañana será otro día mi amor. ¡Gracias por la sorpresa!